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jueves, 25 de febrero de 2010

A propósito de la época electoral


LAS BIENAVENTURANZAS EN LA EPOCA DE ELECCIONES


POR: Juan Carlos Quintero Canal - Candidato Diócesis de Soacha

En las bienaventuranzas Jesús enumera todo tipo de dificultades que pueden caer sobre una persona: la quiebra, deudas, pérdida de seres queridos, hambre, problemas políticos, malentendidos, acusaciones falsas y la burla de amigos. No obstante, Jesús no invita a que tales hechos sean aceptados pasivamente, por el contrario nos trasmite que la felicidad es posible si hallamos paz ante tales pruebas que sin duda, una u otra, nos acompañaran en nuestra vida.

En torno a la vida política, quienes participan en ella también son susceptibles de verse afectados por estas dificultades, pero igualmente tienen una enorme oportunidad, a través del poder civil que pueden conseguir, de no solo encontrar su propia paz y felicidad, sino de colaborar con la obra amorosa de Dios para que otros también la obtengan. Ese, señores Candidatos, es el talento que Dios ha puesto para quienes a través de la vida pública son desafiados a ser prójimos de la comunidad en cada una de sus acciones.

Las bienaventuranzas son parte de la doctrina que Jesús compartió para todos los hombres; si exploramos y particularizamos en ellas, podemos encontrar un lenguaje específico para cada ocupación y profesión; en este caso particular, un lenguaje propio para su actividad de servicio público. Cuanta felicidad y paz para Ustedes y sus gobernados o dirigidos existiría si el ejercicio político se cumpliese pensando en la inspiración que el Cardenal Francisco Van Thuan tuvo a partir del texto de Mateo, sobre el ejercicio político: “Bienaventurado el político que tiene un elevado conocimiento y una profunda conciencia de su papel. Bienaventurado el político cuya persona refleja la credibilidad. Bienaventurado el político que trabaja por el bien común y no por su propio interés. Bienaventurado el político que se mantiene fielmente coherente, con una coherencia constante entre su fe y su vida de persona comprometida en política; con una coherencia firme entre sus palabras y sus acciones; con una coherencia que honra y respeta las promesas electorales. Bienaventurado el político que realiza la unidad y, que reconociendo a Jesús como pilar básico de ella, la defiende. Bienaventurado el político que está comprometido con la realización de un cambio radical. Bienaventurado el político que sabe escuchar al pueblo antes, durante y después de las elecciones; que sabe escuchar su propia conciencia; que sabe escuchar a Dios en la oración. Bienaventurado el político que no tiene miedo, ante todo, de la verdad…”

Con esta breve reflexión, los invito queridos hermanos a que la palabra del Señor, penetre en el corazón de cada uno de nosotros y que la misma sea bandera para un ejercicio público que de la mano de Dios, nos guíe por caminos de amor, justicia y equidad.